Vagamundo



La lengua recorre el papel, parejito de punta a punta, dándole forma
cilíndrica con los dos pulgares y los dos índices, Carucha lo arma y en un segundo
ya está pitando. Tiene los dientes amarillos, los bigotes amarillos y parte de la barba
amarilla de tanto tabaco. Acepta el mate que le tiende Batata, que sentado enfrente
de él, va tirando maderitas al fuego. Mate-tabaco. Tabaco-mate. Ni la ciudad ni los
compromisos son para ellos, si encuentran alguna tapera abandonada se quedan unos
días, y si no, duermen a cielo abierto. No hablan mucho, pero se acompañan. A su
alrededor hay horizonte por donde se mire, pastizales amarillos y verdosos por todos
lados, mucha calma, una brisa suave. Aparte del árbol que les da sombra sólo se
ven algunos más desparramados en el horizonte. Son absolutamente libres, no están
atados a nada –por fuera-. Si se lo permitieran, se sentirían tristes, se lo contarían el
uno al otro. Quizá después de eso alguno de los dos se animara a volver a buscar lo
perdido. O algo parecido.

texto: Enrique Grandolini
Arte: Marcos D. Eleonori

1 comentario:

Anónimo dijo...

Solo si se lo permitieran, se confesarian toda la verdad. Y eso les daria sincera libertad.
Y eso les permitiria salir a buscar lo que perdieron, o mejor dicho lo que dejaron escapar.
Solo si se lo permitieran.
Pero permanecen temblorosos, y quizas aun temerosos. Continuan asi...mate, tabaco...tabaco, mate.