un cuentito para pasear

El barco hambriento.

Dicen que faltan pocos días para que lleguemos a tierra, nadie sabe bien cuantos ya que nadie sabe hace cuanto zarpamos.
Fue un día de abril, cuando comenzaba el otoño y había hojas en el puerto, yo me acuerdo que había hojas porque fue la última vez que las vi; grandes sobre el piso todavía más grande, lindando con el océano todavía más grande.
Éramos otros cuando partimos, estábamos llenos de esperanza, con ganas de trabajar, dispuestos a hacerlo todo por este viaje, por alcanzar nuestro destino y dejar ese pozo, ese puerto maloliente.
Ahora estamos desolados, nadie en este barco puede sostener una mirada. Tarde o temprano todos fuimos bajando los brazos, entregándonos a la incertidumbre de la marea. Hasta hemos llegado a robarnos comida entre nosotros aún cuando la ración todavía era generosa.
Al principio el capitán no dijo nada, dicen que tenía miedo de poner a prueba su autoridad y que nadie le respondiese; por eso, quizás, nadie más lo hizo, y sin miedo al desacato, una noche, alguien torció el rumbo. Ahora dicen que ya estábamos perdidos o incluso que nunca estuvimos bien encaminados, pero la verdad es que estamos perdidos, los aparatos se contradicen, el cielo cambia todas las noches y los contramaestres no logran ponerse de acuerdo.
Tenemos que seguir, quizás lleguemos a destino, quizás volvamos a casa. Algunos dicen que han pasado más de treinta años; otros, los más jóvenes, apenas si recuerdan haber zarpado. Quizás, si algún día llegamos, no podamos reconocer la diferencia y no contentos, volvamos al barco para siempre.
¿O esta vez es para siempre?

Yo creo que falta poco para llegar a tierra, desde hace unos días tengo un sueño recurrente: estoy en una casa y por la ventana veo el mar. Un barco, mi barco, llega al puerto. Salgo corriendo a recibirme. Hay mucha, muchos rostros conocidos pero ninguno es el mío; me busco desesperadamente, pero nunca me encuentro. Ayer soñé distinto, me costó pero finalmente me reconocí, estaba viejo y cansado, pero ahí estaba, con mi equipaje en la proa. No descendía.
No le doy importancia a este último detalle, el sueño dice que llegaremos, tal vez yo no tenga fuerza para volver a tierra pero no importa, mis compañeros bajaran y yo volveré a ver un árbol, una hoja, el piso.
Nadie sabe cuando llegaremos, pero somos varios los que creemos estar cerca, cada vez más. Hoy más que nunca estamos convencidos de que mañana haremos tierra. Salimos del catre para trabajar fuerte, incluso algunos están trapeando la cubierta. He oído que el capitán lleva puesto su traje, recién zurcido, dicen que esta planchado y perfumado. Varios se han afeitado, quizás mañana lleguemos, quizás sólo sea una ilusión, una esperanza colectiva. Todos recuerdan las falsas alarmas, las miles de veces que tuvimos esta premonición, pero hoy parece cierta.
Mañana llegaremos, sin duda. De todas maneras, nadie planea abandonar el barco.

1 comentario:

Anónimo dijo...

tal vez tambienme encuentre en ese barco, pero no le creo a nadie.