muchas gracias
gente, el viernes pasamos una muy linda velada, que lo tuvo a Tiza (nacho) como presentador de pecho inflado, al colectivo cósmico desplegando todo su flauer pauer, a Trillados teatro cerrando a todo trapo y al entreterrestre diego seoane. muchas gracias a todos
y les dejamos un texto de diego con imagen de joaquin torres garcia

HABÍA UNA PEZ
Una vez, después de tirarme al agua para nadar, ya no pude salir a respirar. Se me habían creado branquias y cada segundo que intentaba por encima de las superficie era por lo menos desesperante. La primera vez que tuve hambre tuve que devorar unas plantitas que un día antes hubiese pisoteado. Tuve que adaptarme a estar siempre mojado, a menudo me sentía a punto de resfriarme. El silencio de las profundidades era aterrador. Mi único destino era escapar para no ser devorado, y en eso consistió mi vida durante largos tiempos. Hasta que un día algo sucedió en las algas: acostumbrado al mantra interminable de la quietud sonora, interrumpió mi nado un sonido que había borrado ya de mi memoria: el llanto de un bebé.
Lo busqué sin detenerme a pensar. El llanto era cada vez más fuerte y yo lo escuchaba cada vez más cerca. Parecía que el bebé iba a tragarme, y sin embargo aún no aparecía. De repente surgió una luz en el fondo del mar, una luz blanca que se mezclaba con otros colores igual de infinitos. No sé si yo me acercaba a la luz o si la luz se acercaba a mí, lo cierto es que en cuestión de momentos lo único que llegué a ver fue una gigante luz que me encandilaba ocupando todo mi campo visual. El llanto, recién entonces me dí cuenta, era ya ensordecedor. El farol de la sala de parto dejó de sofocarme y pronto me llevaron a los brazos de mi madre. La extrañaba. Lamenté no poder contarle jamás mi extraordinaria vivencia, ya que, estaba seguro, iba yo a olvidarlo a los pocos días. Ahora tenía que aprender a respirar en ese nuevo mundo, con mis nuevos pulmones.
Una vez, después de tirarme al agua para nadar, ya no pude salir a respirar. Se me habían creado branquias y cada segundo que intentaba por encima de las superficie era por lo menos desesperante. La primera vez que tuve hambre tuve que devorar unas plantitas que un día antes hubiese pisoteado. Tuve que adaptarme a estar siempre mojado, a menudo me sentía a punto de resfriarme. El silencio de las profundidades era aterrador. Mi único destino era escapar para no ser devorado, y en eso consistió mi vida durante largos tiempos. Hasta que un día algo sucedió en las algas: acostumbrado al mantra interminable de la quietud sonora, interrumpió mi nado un sonido que había borrado ya de mi memoria: el llanto de un bebé.
Lo busqué sin detenerme a pensar. El llanto era cada vez más fuerte y yo lo escuchaba cada vez más cerca. Parecía que el bebé iba a tragarme, y sin embargo aún no aparecía. De repente surgió una luz en el fondo del mar, una luz blanca que se mezclaba con otros colores igual de infinitos. No sé si yo me acercaba a la luz o si la luz se acercaba a mí, lo cierto es que en cuestión de momentos lo único que llegué a ver fue una gigante luz que me encandilaba ocupando todo mi campo visual. El llanto, recién entonces me dí cuenta, era ya ensordecedor. El farol de la sala de parto dejó de sofocarme y pronto me llevaron a los brazos de mi madre. La extrañaba. Lamenté no poder contarle jamás mi extraordinaria vivencia, ya que, estaba seguro, iba yo a olvidarlo a los pocos días. Ahora tenía que aprender a respirar en ese nuevo mundo, con mis nuevos pulmones.
1 comentario:
Ale , fede , muy lindo lindo che! otra vez despues de un momento tan divino al otro dia me siento mas liviano , apesar de los desentendidos de sonido, nos quitamos las camisas y dimos con los brazos bien abiertos lo cual siempre te ace estar aqui y ahora y sentirte verdaderamente vivo. bueno sigamos compartiendo esferas de luces y demas brillos para pinchar al mounstruo!!!.
Un abrazo interdimensional superorgánico =)!
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