Una noche con Johnny

El reloj marcaba las ocho, pero faltaban cinco minutos para las ocho.
Raúl aún no había llegado y yo era quien estaba a cargo de Horacio; el pobre se pasó vomitando toda la tarde por culpa de esas anfetas berretas. Si llegase a volver a ver a ese dealer juro que lo mataría.
En eso la puerta se abrió, era Raúl en todo su esplendor. Tomó asiento, me dio el atado de cigarrillos y mi parte de la compra y depositó la 38 milímetros sobre la mesa. Estaba casi todo listo, sólo faltaba que Horacio se recuperase un poco y podríamos empezar.
Jugamos un rato a las cartas mientras veía el cenicero llenarse, tomamos un poco del whisky y antes de lo pensado nuestro compañero se sentía mejor y se disponía a tomar una silla.
Raúl sacó de su bolsillo varias municiones y cargó tranquilamente el arma mientras yo encendía el octavo pucho; el reloj marcaba las diez -aun así insisto que estaba adelantado cinco minutos-. Noté que a Horacio le temblaban ligeramente las manos a pesar de haber repetido esto ya varias veces, seguramente se deba a que las probabilidades de perder habían aumentado para él, y para todos.
Como siempre Raúl no dijo nada y apuntó contra su cabeza, jaló el gatillo y pasó el arma a mis manos con la misma tranquilidad que era usual en él, repetí el mismo procedimiento y ahora le tocaba a Horacio, quien vaciló un poco antes de hacerlo. “Tres de seis” pensamos todos mientras reíamos de manera intranquila. Pasó la primera ronda y también a Raúl nuevamente, había llegado mi momento y con la determinación que tiene quien sabe que no hay vuelta atrás, tomé fuertemente la 38 y gatille contra mi cabeza. Nada, nada y pánico. Ambos miramos a Horacio, sabíamos que sucedería y que lo que haría no sería más que una formalidad; aun así era necesario.
Como reo tomó el arma entre sus dedos y dio un suspiro inaudible, miró a Raúl a los ojos y se levantó precipitadamente disparándole y fallando el único tiro que tenía, Raúl corrió al placard ubicado detrás suyo y saco su rifle calibre .22 con el cual mató de siete tiros en la cabeza a Horacio: – Que hijo de puta, no sabe perder – dijo totalmente ahogado en fármacos y dando un largo trago a la botella de whisky.
Nuevamente tenía la imagen de Raúl cargando el arma y un cuerpo en el piso de madera. Una bala, siempre fue una; esta vez el preguntó si acaso yo quería empezar, sospeché algo maligno y me negué. Contesto con una mueca retorcida, dio otro trago al whisky y se voló los sesos.
En su acta de defunción figuraba que se había suicidado a las 10:43 de un jueves. Sólo yo sabía que ese maldito reloj estaba cinco minutos adelantado.

2 comentarios:

rey larva dijo...

che loco donde se juntan?

Unknown dijo...

nosotros o los amigos de johny?
te aviso si queres
abrazo