¿es idea mía

o últimamente el agua de la canilla viene muy fea?

en otro ordén de cosas, un poema como este escribio Matías Fernández Prieto, cantinero del CC Pachamama:

con una sola cuerda y vaso de vino
toca la guitarrera,
de nuca despabilada
y sin ojos.
sobre mantas verdes
y mochilas repletas de huesos
como almohadas.

las huellas chicas son del perro
y el sonido,
de los barcos que no pasan,
de los árboles que lloriquean
la tormenta de la noche.
encantadora invitación para la lluvia
y los rasgueos desatados,
para el sexo en la madera.

la orilla de enfrente
simula un espejo,
un empate.

juntan piedritas como diamantes
los guachitos,
y de lado los pescantes esperan al pez.
hipnotizando al agua
con miradas agrandadas.

se retuerce la lombriz en el anzuelo por caer

y el río espera el bocado con ansias,
desesperado por romper con su silencio,
por sentir su propia profundidad
vibrándole en alguna parte.

pareciera que el río
olvida la fuerza de su naciente,
pareciera que la calma
existe en algún lado.
cerca.
en aquella siesta.