lo que vendrá
Cuando la niebla sea aire y pastos al viento,
una sonrisa que una tarde dejó caer por apenas unas monedas
es un libro sosteniendo la pata de la cama,
una maceta creciendo al sol.
No duerme ese Joaquín,
fuma cigarrillos como posturas,
atiende un kiosco demasiado suertudo
y yo que vos,
yo que sé.
Valeria no sabe la tristeza que esconden las baldosas
pero respira un aire de campo en plena urbe.
Yo te canto un reloj constante.
Mis hermanos miran desde afuera pero tienen sus adentros.
La tarde es sólo una sombra,
imaginar es una bicicleta de madera.
Joaquín revisa las fotos desde cuando tenía un flequillo canchero,
es el rey de la gaseosa,
estaciona su auto al lado de mi bicicleta
y sonrío
yo sonrío,
en realidad nos abrazamos con la mirada
¿quién sabe?
hay dulce, hay amargo, hay picante y salado.
Valeria tiene dientes para morder
todas las manzanas del paraíso,
y en el supermercado llora sin consuelo.
Sabe cosas que no quiere saber,
sueña sueños que los otros descartan,
busca en su bolso un libro que la comprenda.
Muere, feliz, en su barrio.
A todos nos está creciendo la barba
y tenemos los dientes un poco más amarillos.
La boina abriga los patios
y las orejas de tus amigos tienen pelos,
la verdad deschava, el bochín navega el aire;
no hicimos ningún plan para hoy
y nos salió igualito.
Cuando no haya fuerza
para peinar
unos pastos al viento,
Joaquín verá que trabajar en el quiosco
es un arco iris violento que quedó en la esquina.
Yo te canto, quiniela,
quiero que despertar
sea un león hambriento.
La tarde es sólo una,
cada vez la misma, cada vez más oscura, cada vez sombra.
Joaquín imagina, imaginar es una bicicleta de madera,
tiene unos zapatos más grandes que la piedra,
un país vestido de vacas,
hambres que no se arreglan en un solo banquete.
Hoy corte el poste para calentar el agua,
mañana no tendré más sombra.
Valeria sabe que hoy no va a llover,
ni ayer,
ni siquiera mañana,
no va a llover nunca como ella quiere que llueva,
jamás compró el paraguas.
Joaquín está vestido, abrigado, elegante,
tiene el corazón envuelto en papel de diario,
los cigarrillos atropellados en una chapita de cerveza.
El amor toca timbre en la casa del vecino,
yo apenas tengo pulmones para morirme,
para llegar hasta otro mediodía,
entender el chiste.
Lo que mastico ya fue masticado,
lo que siento está perdido entre dolores y esperanzas,
dentro de lo imprevisible todavía quedan elecciones.
Cuando era chico tampoco creía en Papá Noel,
siempre brillaron unas estrellas más que otras,
capaz crece un poco el árbol del patio,
mañana abro la heladera.
Para Joaquín las cartas están marcadas,
el ancho esta del otro lado del océano,
la noche nos acerca bastante,
hay dos o tres o cien camas vacías,
hay dos o tres o cien plazas vacías,
hay dos o tres o cien perros sin casa ni caricias,
Joaquín se divide entre un beso y una noche,
camina por baldosas, rutas y escaleras,
sabe distinguir el piso de la pared,
sabe distinguir la pared de la ventana,
sabe que no se llega al techo así nomás
¿qué es lo que se sabe cuando se sabe?
Valeria se olvido las galletitas,
no era el momento de acordarse,
los momentos y las galletitas siempre se pudren,
capaz crece un poco el árbol del patio.
Quizás venga alguien por el cartel.
Estoy para dormirme lejos de la ciudad,
ayer fui pibe.
Joaquín cocina, amasa pizza para sus amigos,
espera que Martín traiga queso y tomate,
alguna vez quiso postre y lo tuvo,
ya no quedan alfajores,
Valeria encuentra un abrazo en el tren,
la música le da lo que los diarios le sacan.
Caminamos sin pies,
el horizonte no esta más cerca,
ayer escribimos un poema como este,
hoy no es un buen día,
mi papá saca fotos igual,
mañana las va a revelar.
de "Que la noche nos encuentre viajando", poesía, 2010, Ale Raymond.
2 comentarios:
PARA CUANDO LA BOINA? ES MUY LINDO ALE ESTE TEXTO...KIERO LEER MAS, MAS D ESTO!FELICITACIONES POR SER TAN GROSO!
UN ABRAZO!
YESI
qué seguidilla papá
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